La tradición del conejo y los huevos de Pascua está cada vez más arraigada en la sociedad actual y su leyenda se remonta a la Resurrección de Jesucristo que se celebra el domingo de Pascua.
Cuenta la leyenda que hace muchos, muchos años atrás, había un conejito muy asustado, escondido en el sepulcro donde dejaron a Jesucristo.
El conejito observaba el cuerpo de Jesús dentro del sepulcro. Se preguntaba quién sería ese señor y por qué tantas personas lloraban por Él. Escuchaba a lo lejos que se trataba del hijo de Dios.
A los dos días el conejito se despertó asombrado al ver como Jesús se levantaba, su asombro fue más grande aún al ver que un Angelito retiraba la piedra que tapaba la entrada del sepulcro. Entonces pudo darse cuenta que ese Señor realmente se trataba del hijo de Dios.
El conejito se puso tan contento que quiso salir corriendo y saltando para contarle la buena nueva a todo el mundo, pero tenía un problema; no sabía hablar. Sin embargo, este conejito saltarín era muy inteligente, por lo que rápidamente se le ocurrió una solución: pintando un huevito de colores la gente entendería el motivo de su alegría.
Desde entonces cada domingo de Pascua, un conejito deja huevos de chocolate pintados de colores a todos los niños y así le recuerda al mundo entero que Jesús resucitó y debemos vivir alegres por ello.
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